Las largas vacaciones de verano suponen que padres e hijos tengan la oportunidad de poder disfrutar de más tiempo juntos. Esto puede resultar a veces conflictivo, porque no sepamos gestionar todas las situaciones y los cambios que suponen en los niños y niñas romper la rutina habitual del curso. Con estos cambios de horarios y de hábitos, pueden estar más nerviosos, exigirnos más…

Las familias con las que trabamos en las escuelas de verano nos refieren situaciones de este tipo y nos piden asesoramiento para afrontar mejor los conflictos. Por este motivo, queremos dedicar nuestro post en esta ocasión al controvertido tema de los castigos.

  • En primer lugar, nos gustaría puntualizar que el castigo debe ser una herramienta educativa y no una “revancha o venganza” por un comportamiento inadecuado.
  • Los castigos deben ser realistas y se deben conocer de antemano, pero, sobre todo, si hemos decidido uno, debemos mantenerlo, puesto que de lo contrario conseguimos justo el efecto opuesto al deseado. En ese caso, ya no solo no es una herramienta educativa, sino que es contraproducente y puede reforzar la conducta que deseamos modificar.
  • Los castigos deben ser una consecuencia conocida, es decir, hemos advertido de que una acción o una conducta es inapropiada y que si la mantenemos habrá una consecuencia o castigo.
  • Mantener la calma, dejarlos que protesten si quieren, están en su derecho, pero ser firmes en nuestra decisión y no entrar en batallas que no nos conducen a nada. Es muy probable que reaccionen negativamente al castigo impuesto, ¿quién no lo haría? Dejémosles que se pronuncien, pero siempre firmes en el cumplimiento de la “sanción” que hemos impuesto.
  • No usar la palabra castigo. Es fea y tiene connotaciones vengativas, mejor hablar de consecuencias. Es parte del aprendizaje en nuestra vida: nuestras acciones tienen consecuencias y hemos de aprender a asumirlas sin frustrarnos.

Pero, en cualquier caso, nos gustaría animaros a optar por otros instrumentos pedagógicos alternativos al castigo como el establecimiento de límites, no entrar en “guerras dialécticas”, no dar constantemente explicaciones, sino ser firmes y dialogantes al mismo tiempo, no mezclar “batallas”, cada cosa en su momento puesto que, si no, todo se confunde y dejamos de ser educativos.

Y la mejor de las recetas: predicar con el ejemplo. Nuestras acciones son mucho más potentes de lo que imaginamos, los niños y niñas nos ven como un modelo y aprenden de nuestras conductas, por este motivo: seamos ejemplarizantes con nuestros hechos y no nos quedemos en el margen de la dialéctica.

Por último, os animamos a disfrutar de este tiempo maravilloso en nuestras vacaciones y hagamos cosas juntos.