A menudo escuchamos la expresión, ¿este niño es bueno? Y seguido de una respuesta tipo, “sí, se porta muy bien”. Pero… ¿qué significa portarse bien? ¿Por qué lo aplicamos a niños y jóvenes? ¿Os imagináis por un momento ir por la calle con tu pareja, por ejemplo, y encontraros con unos conocidos y qué te pregunten que qué tal se porta tu pareja y si es bueno o buena? Nos resultaría raro… porque ¿los adultos nos portamos bien o mal como característica de nuestra personalidad? Los adultos nos comportamos de una manera determinada según la circunstancia y otra serie de factores, pero en ese caso hablaríamos de qué ante una determinada situación hemos reaccionado bien, desmesuradamente, mal, etc. ¿Por qué, entonces, les ponemos estas etiquetas a los niños?

La respuesta es rotunda: los niños no se portan mal. Tenemos que cambiar el enfoque y plantearnos cuál es la meta del niño, es decir, qué objetivo pretende cuando identificamos una conducta desadaptada. Por ello, es importante identificar las cuatro grandes metas que denominamos equivocadas:

  • Atención excesiva
  • Poder
  • Venganza
  • Deficiencia asumida

Ahora veamos cómo se sienten los padres o educadores en cada una de estas metas, cuál es la tendencia en la reacción y qué se oculta detrás del comportamiento del niño:

Es interesante destacar que los niños no son conscientes de sus creencias equivocadas y que las viven como una realidad. Hay que identificar la creencia que se oculta detrás de la conducta, a la que solemos llamar erróneamente como mala conducta, y la meta equivocada, de esta manera nos será más fácil intervenir en la situación. Por supuesto, no podemos “ponernos” a su altura, no hay que olvidar que los educadores y los adultos somos nosotros y si “entramos” en el juego y “nos comportamos mal”, ahí no hay aprendizaje ni educación, se trata de una lucha de poder sin sentido y que nos aleja de nuestra misión como padres y educadores. Si alguna vez habéis pensado cosas del tipo: mi hijo es que tiene mucho carácter y me está retando; o es que tiene mucho genio y esto se lo quito yo; es que se cree que me puede torear, etc. podéis leer algo sobre el desarrollo del cerebro de un niño y os ayudará a eliminar esas creencias y comprender mejor la situación. Hay mucha bibliografía al respecto, pero hoy os recomendamos “El cerebro del niño explicado a sus padres” de Álvaro Bilbao y su blog: https://alvarobilbao.com/

Muchos pensaréis que es difícil, que a veces no tenemos paciencia y que hay situaciones límite. Y es correcto, nos puede pasar. Ante estos casos lo mejor es aplazar la intervención para cuándo estemos más tranquilos y relajados y si ya hemos alcanzado ese punto en el que hemos reaccionado descontroladamente… no os preocupéis, también hay solución. Os animamos a qué, cuando estéis más tranquilos, os acerquéis a vuestros hijos o alumnos y les pidáis disculpas, probad con algo del tipo: “perdona, mi reacción ha sido desproporcionada y nunca debería haberte hablado así, sin embargo, quiero que comprendas el motivo de mi enfado y qué hablemos sobre tu comportamiento”. ¡No os asustéis por pedir disculpas! Ahí sí que estaréis ofreciendo un gran ejemplo y además os sorprenderá la capacidad de perdonar de los niños.