Que los hermanos se pelean es algo de lo que nadie tiene duda. Cómo gestionar las peleas ya es otro tema. Esta semana queremos abordar este apasionante tema y esperamos arrojar un poco de luz para aquellos padres y madres que a veces se sientan como viviendo entre las trincheras.

En primer lugar, hay que señalar que las “peleas”, discusiones o como queramos llamarlo son parte de un aprendizaje para la vida. Es una manera de aprender a interactuar con los demás. Podríamos decir que tenemos en casa un pequeño laboratorio para probar y experimentar maneras de actuar, de relacionarse y actuar con los demás y con sus iguales. Si partimos de esa idea y lo afrontamos como parte de las tareas de ser hermano, no nos agobiaremos tanto.

Al igual que ocurre en otras situaciones, muchas familias no tienen muchos recursos más allá que gritar, amenazar o castigar. Como siempre decimos, los castigos no funcionan. La Disciplina Positiva nos ofrece otras alternativas más respetuosas.

Los conflictos no son ni buenos ni malos, son naturales y lo importante es aprender a gestionarlos, por lo que podríamos decir que hay cosas positivas en las peleas entre hermanos: la oportunidad de aprender a gestionar y resolver conflictos.

¿Qué podemos aprender? En un conflicto aprendemos a  negociar, a llegar a acuerdos, a ceder, a empatizar, a analizar otros puntos de vista… estas habilidades de vida son fundamentales y se aprenden día a día.

Socialmente, ponemos etiquetas de “violentos” o “agresión” con mucha rapidez e intervenimos muy pronto, sin dejarles aprender a solucionar los conflictos. Para evitar poner esas etiquetas, es fundamental que no intervengamos o nos posicionemos porque caeremos en el riesgo de “etiquetar”, es muy difícil que intervengamos y no nos posicionemos, seguro que os suenan frases de este tipo: “es que siempre estás fastidiando a tu hermano/a”, “mira lo que le has hecho a tu hermano/a, seguro que le has hecho daño”. Pero tampoco sirve separarlos y finalizar ahí la cuestión, con frases tipos: “no quiero oír nada más, ¡cada uno a su cuarto!”.

Veamos algunas ideas:

  1. No nos posicionamos, nunca.
  2. Escuchamos las dos partes, pero mejor por separado y cuando se hayan calmado.
  3. Utilizamos preguntas de curiosidad: ¿cómo te has sentido? ¿cómo crees que tu hermano o hermana se habrá sentido con lo que ha pasado o has hecho? ¿cómo crees que se podría solucionar para la próxima vez?
  4. Si es posible, después los animaremos a buscar conjuntamente una solución.

Sabemos que seguramente lo primero que te salga es intervenir y “reñir” al que crees que es “culpable”, pero ahí estamos perdiendo de vista nuestro objetivo. Al intervenir de esta manera, digamos clásica, lo que hacemos es “controlar” aparentemente la situación de manera momentánea, es decir, si lo que queríamos es que se callaran, cualquier solución nos sirve (castigarlos, reñirles, amenazarlos…), poco importa quién tenía razón y cómo se soluciona. No importa si los dos terminas enfadados o uno s siente vencedor y otro perdedor. Veamos un ejemplo: dos hermanos se pelean por un juguete, los dos quieren jugar al mismo tiempo. Con una solución no respetuosa podríamos decir: para ninguno de los dos, ya no volvéis a jugar. Pero si nuestro objetivo no es simplemente que se callen, sino que aprovechen el conflicto como una oportunidad para resolver sus propios problemas, tenemos entonces que centrarnos en que los hermanos participen en la solución. Tendremos que valorar qué quiere cada uno, de que forma podemos combinar ambas necesidades y si es necesario negociaremos. Nuestro rol debería ser el de iniciarles en estas técnicas para que aprendan a realizarlas e incorporarlas en los conflictos que tengan entre ellos o con otras personas. Por otro lado, si estamos interesados en fomentar una convivencia pacífica, no podemos permitir que haya “vencedores ni vencidos”, para que no haya sensación de injusticia y que no resulte una solución válida para todas las partes.

A modo de resumen, detallamos algunas opciones de intervención:

  1. Intervenimos lo menos posible
  2. Metemos a los dos en el saco, es decir, no etiquetamos a ninguno
  3. Opciones limitadas: ofrecemos opciones concretas, como, por ejemplo: podéis seguir peleando o solucionarlo, si lo queréis solucionar lo podéis hacer aquí conmigo delante o marcharse fuera para hablarlo.
  4. Utiliza una de las 3 “s”:

Salir: acércate a la pelea para que te vean y después te marchas sin intervenir

Soportarlo: es acercarte igual, también sin hablar ni nada, y quedarte, sí quedarte observando sin intervenir digan lo que digan y hagan lo que hagan.

Sacarlos: si la situación los requieres, puedes “sacarlos” del espacio físico sin intervenir, con tranquilidad y sin perder la calma y que continúen en otro espacio.

Por último, os dejamos algunas ideas para mejorar la convivencia y poder prevenir los conflictos, que, aunque ya sabemos que son fuentes de aprendizaje, todos estaremos de acuerdo que una convivencia más tranquila es de agradecer:

  1. No comparar a los hermanos (ni entre ellos ni con otros niños o niñas)
  2. Pasar tiempo de ocio con ellos
  3. Anticiparnos siempre que podamos
  4. Utilizar la herramienta de reuniones de familia
  5. Mejorar la comunicación y la confianza