A menudo se habla de profesionales desactualizados en distintos sectores, pero hoy queremos centrarnos en el profesorado. Al inicio de curso, muchos profesionales suministran un cuestionario a las familias para recoger información sobre las niñas y niños. Hasta aquí todo normal. Pero hemos encontrado algunos cuestionarios que nos han sorprendido muy negativamente.

Vamos a ver dos ejemplos de dos centros diferentes, uno de un centro público y otra de uno concertado.

En primer lugar, nos sorprende el epígrafe que te pide que señale con una cruz los rasgos que mejor definen a tu hijo. En este cuadro se mezclan emociones con sentimientos. Las emociones son reacciones psicofisiológicas que ocurren de manera espontánea y automática, como por ejemplo el miedo y los sentimientos son la interpretación que hacemos de esas emociones. Por lo tanto, ¿cómo va a describir triste o alegre a mi hijo? Y por otro lado, calificativos o etiquetas como lentos, rápidos, agresivo… ¿por qué queremos poner a un niño de tres años la etiqueta de dominante o agresivo? Si lo que los maestros quieren saber es cómo es mi hijo, pues que pregunten qué situaciones les producen ansiedad, a qué le gusta jugar, qué le motiva… Pero no podemos poner etiquetas y además pedirles a los padres que se las pongan, porque de esa manera lo único que hacemos es decirles a los niños que son “buenos” o “malos” y el problema es que los niños se lo creen. Los niños nos creen. Los niños creen que el 5 de enero irán a dormir y esa noche unos reyes mágicos entrarán en casa y dejarán muchos regalos, también creen que un ratoncillo dicharachero les va a dejar un regalo bajo la almohada. De la misma manera, si les decimos que son agresivos, malos, torpes o tontos se lo van a creer. Acompañemos y guiemos a los niños en vez de etiquetarlos. Las etiquetas no motivan e impiden el cambio. Las etiquetas te catalogan, te clasifican y no te permiten avanzar ni ver otras opciones. Cuando etiquetamos “encerramos” al niño en ese comportamiento. Si todos me dicen que soy un pegón, pues pegaré porque es lo que se espera de mí.

Es mucho más interesante hablar de conductas y no del niño. Los niños no son agresivos, pueden reaccionar agresivamente en una determinada situación. Los adultos (padres, tutores y maestros, sí, los maestros también) tenemos el importante rol de mostrar otro ejemplo, no de etiquetarlos, sino explicarles y mostrarles otras formas de reaccionar que no sean violentas.

Por otro  lado, si continuamos leyendo el cuestionario encontramos una pregunta con relación a los criterios educativos de los padres: ¿de qué forma lo castigan? El castigo no es una herramienta educativa respetuosa y los profesionales de la educación deberían tener la función de informar a las familias de otros recursos e instrumentos respetuosos. Pero, además, como siempre insistimos, los castigos no funcionan, es decir, no solo no son respetuosos, sino que tampoco son eficaces.

Encontramos otro ejemplo de otro cuestionario que os mostramos a continuación:

Como podéis ver, de nuevo cuatro preguntas relacionadas con los castigos: ¿cómo se le castiga? ¿con qué frecuencia? ¿cómo se le premia? ¿con cuánta frecuencia?

Igual os sorprende lo de premiar, pero es que premiar es un castigo en positivo y, por lo tanto, tampoco es respetuoso (quizás pueda parece más que el castigo) y tampoco es eficaz (quizás en un primer momento pueda parecer que lo es). Los premios condicionan las conductas a un estímulo extrínseco. Lo demos mejor en un ejemplo: “dejo de pintar en la mesa porque si no pinto me dan una golosina. No estoy aprendiendo a no  pintar las mesas porque eso no está bien, sino que lo hago porque me dan una golosina, el día que no me la den, volveré a pintar en la mesa porque no he comprendido por qué eso no se puede hacer”.

Entendemos que muchas familias educan con los recursos que tienen, con lo que saben hacer, con lo que han vivido y visto a su alrededor. Todos habremos escuchado alguna vez eso de: “y si no castigo, ¿qué hago? ¿les dejo hacer lo que quieran?”  Entendemos que muchas familias desconocen cómo funciona el cerebro humano, cómo es la psicología del desarrollo y qué existen otras maneras de educar respetuosas.

Pero ¿qué pasa con los profesionales? Tienen la responsabilidad social de actualizarse para mejorar en su desempeño y no caer en la trampa y repetir y perpetuar modelos y paradigmas que no son respetuosos y que no preparan a los niños para ser adultos emocionalmente estables y sanos.