Comparaciones entre niños
Hay una costumbre muy extendida de poner etiquetas a los niños, desde que nacen. Todos hemos escuchado eso de “¿y es bueno el bebé?”, hombre… pues no sabemos de bebés que hayan cometido ningún crimen y si nos referimos a ser buenos a no hacer cosas de bebés (como llorar, moverse…) pues entonces todos son malos. No lo podemos evitar, nos gusta poner etiquetas. Todos comparamos, es algo que nos sale de manera instintiva, pero puede hacer mucho daño. Es importante recordar que cuando comparamos siempre hay una parte que sale “peor parada” y si hablamos de niño, eso es letal para su autoestima y su conexión con nosotros.
A medida que los niños crecen, crecen las etiquetas y las comparaciones. El problema se agrava cuando utilizamos las etiquetas para compararlos con otros niños, ya sean hermanos o no, para tratar de mostrarle lo que esperamos de ellos. Seguro que a todos nos suenan expresiones de este tipo:
La niña es muy responsable, pero el niño… me tiene desesperada.
Mis niños no tienen nada qué ver uno con el otro. El mayor siempre ha sido muy buena, pero el pequeño nos trae locos.
María es mucho más responsable, Pedro me tiene desesperada.
Mira tu prima, hace lo que le dice su madre y no protesta.
Mirad a María, ya ha acabado la tarea y vosotros seguís de parloteo.
Mira tu hermana lo bien que se porta que no llora, ¿ves? Tú te has portado muy mal.
Podríamos decir que tenemos en nuestro ADN eso de etiquetar y comparar, porque hemos crecido entre etiquetas y comparación. Pero, como siempre os proponemos, la Disciplina Positiva supone un cambio de mirada y, por eso, os proponemos dos ideas que podemos para que os ayuden a reflexionar:
- Piensa por un momento que pasaría si tu hijo te comparar con la madre del otro niño. Decimos muy rápidamente: mira a fulanito qué bien se porta. Y nos quedamos ahí. Pues nuestros hijos también podrían decirnos, mira la mamá de fulanito qué molona es, no como tú. Seguramente sería terrible para nuestra autoestima, la autoestima de una persona adulta a la que se le presuponen ciertos recursos emocionales. Pues imaginad cómo sienta a un niño que apenas empieza a entender el mundo.
- ¿Tiene alguna utilidad comparar? ¿Realmente creemos que es motivador que nos comparen con alguien? Seguramente no. Sino más bien lo contrario, generará en nosotros emociones de frustración, angustia, celos, conflictos…
¿Qué efecto tienen en los niños las comparaciones? Justo lo contrario de lo que buscamos. Si creemos que van a replicar eso que admiramos en otro niño, estamos muy equivocados. Cuando comparamos en negativo, el niño tiene dos opciones: abandonar y creer que siempre lo hace todo mal, o querer superarse tanto que el estrés aparezca en su vida. Cuando lo comparamos en positivo, estamos generando el estrés de querer ser siempre el primero para que nadie le supere. En el momento que algo salga mal, el nivel de frustración y angustia se incrementa.
Y ¿qué podemos hacer para cambiar nuestra mirada? Centrarnos en lo que sí hacen bien, en vez de aquello que no nos gusta tanto. Estimularlos individualmente y esforzarnos en conocerlos mejor. Conocerlos bien es lo que nos va a ayudar a identificar las necesidades reales y dejar a un lado nuestras expectativas y los deseos que ponemos en ellos.
Como adultos que somos, con capacidad de gestionar las emociones, debemos modelar evitando comparar y etiquetar, para potenciar sus fortalezas y que sepan que pueden contar incondicionalmente con nuestro apoyo.