Acuerdos
Que llegar a acuerdos es tarea complicada ya lo sabemos, tan solo hay que mirar a nuestro alrededor y ver que ni nuestros responsables políticos son capaces. Llegar a acuerdos requiere de un entrenamiento y debemos trabajarlo desde casa y desde la primera infancia. Además, llegar a acuerdos es una herramienta de disciplina positiva muy eficaz para resolver conflictos con nuestros hijos o con nuestros alumnos. Además, estamos hablando de enseñar habilidades para la vida, porque en el futuro nuestros hijos y alumnos también van a vivir en una sociedad, en una comunidad y tienen que saber gestionar acuerdos de convivencia.>
¿Cómo se establecen los acuerdos en familia? En primer lugar, escuchando a todas las partes. Podríamos decir que se acerca a la idea de un acuerdo democrático, pero va más allá, porque en un acuerdo democrático “gana” la mayoría y aquí proponemos un sistema donde todas las partes se sientan representadas y tenidas en cuenta. A todos nos pasa que si nos imponen una norma con la que no estamos de acuerdo, nos cuesta mucho más trabajo acatarla. Pues imaginad si eres un niño. Sin embargo, si ellos participan en los acuerdos van a estar más dispuestos a respetarlos.
Llegar a acuerdos supone cooperación, respeto y que no impongamos nuestra autoridad, aquí no sirve eso de “como yo soy el padre, la madre o el profesor se hace lo que yo diga”. Además, tenemos que tener en cuenta que llegar a un acuerdo no es ni más ni menos que una solución a un problema.
Tengamos en cuenta algunas pautas para que los acuerdos funcionen:
- Asegúrate de que has elegido un buen momento para hablar y tener una conversación tranquila
- Plantea el problema de manera respetuosa, no “echando la charla”, ya sabemos que, si vamos por ese camino, desconectan en los diez primeros segundos
- Permite que todos podáis exponer vuestros puntos de vista
- Lanzad una lluvia de ideas para tener muchas opciones
- De todas esas ideas, selecciona la que más se ajuste a la situación y proporcione la mejor respuesta
Una vez hecho el acuerdo, revisar si se cumple o no. Podemos ponerlo en algún sitio visible para recordarlo cuando haga falta. Si aún así no se está siguiendo, podemos plantearnos si realmente el niño dijo que sí pero quería decir que no, en cualquier caso, es mejor comenzar de nuevo y buscar un nuevo acuerdo, que echar en cara, acusar, etc.
Es cierto que podemos encontrarnos con situaciones de este tipo: por ejemplo, hemos acordado que el ordenador se usa dos horas al día y comprobamos que ha pasado el tiempo establecido y lo están usando. Ese es el momento de ser firmes, pero con respeto y amor. Podemos decirles que teníamos un acuerdo, puede ser que nos justifiquen que lo han cogido para hacer una tarea del colegio o algo así y que si se lo quitamos no van a poder llevarla hecha. Pues tenemos que seguir manteniéndonos firmes, les podemos decir que lo entendemos, que es un fastidio y que igual van a tener consecuencias en el colegio, pero que podemos ver que aprendemos para el futuro, quizás a organizar nuestro tiempo de otra manera, pero que ya no vamos a dejarles seguir usando el ordenador. Y aquí no se trata de una guerra, ni de imponer nuestra voluntad, sino de explicar una vez que estamos cumpliendo el acuerdo y seguir con normalidad, de hecho, podemos proponerles hacer algo juntos, ofrecerles ayuda para otra tarea, lo que sea, pero no dejaremos que sigan usando el ordenador. De nada sirven las charlas, reproches, sermones y encima para al final dejarles el ordenador, que es lo que suele ocurrir, reconozcámoslo. De esta manera, aunque tengan consecuencias escolares, estamos enseñando habilidades para la vida, están aprendiendo responsabilidad y compromiso, que puede ser mucho más valioso que una tarea concreta de un día.