Hoy queremos tratar un tema muy interesante: verdades y mentiras. Muchos padres se preguntan por qué mienten sus hijos, otros se sorprenden e incluso se sienten frustrados, algunos creen que sus hijos nunca mienten… pero todos querrían tener una relación de honestidad con ellos.

Veamos en primer lugar dos conceptos claves:

¿Qué es una mentira? Una mentira es una expresión o manifestación que es contraria o inexacta a aquello que se sabe, se cree o se piensa.

¿Qué es la verdad? Es la correspondencia entre lo que pensamos, sabemos o sentimos y lo que manifestamos.

Las mentiras están asociadas a la desconfianza, a la traición y a la falta de credibilidad. Por otro lado, la sinceridad se relaciona con confianza, lealtad y credibilidad. La sinceridad es un valor y la mentira un contravalor y está muy mal vista en la sociedad, especialmente en el mundo infantil, porque en el de los adultos… quizás no tanto, al menos en la práctica.

Cuando decimos en la práctica nos referimos a que los adultos mentimos. Y mentimos mucho. A lo mejor no nos hemos parado a pensarlo, pero aquí os dejamos algunas situaciones en las que seguro os veis reflejados:

  • Te paran por la calle para hacerte una encuesta y en vez de decirle que no te apetece, contestas que llegas tarde a algún sitio.
  • Al finalizar la compra en el supermercado, te piden que evalúes el trato recibido y como “te da pena” el trabajador, puntúas mejor de lo que piensas que se merece.
  • Llegas tarde al dentista y no le dices que simplemente se te ha hecho tarde, sino que buscas una excusa tipo… ha habido un accidente en la carretera.
  • Vas a una entrevista de trabajo… y no hace falta que digamos mucho más, porque muchos de esos “inglés hablado y escrito nivel medio” … son un poco dudosos.

Resulta que tú también mientes, quizás no te habías parado a pensarlo, pero mientes. Y claro… los niños, que siempre están observando e interpretando su entorno, te ven…

¿Cuáles son las consecuencias de las mentiras? Cuando mentimos disminuye la confianza y nos desacreditamos. Entonces, ¿por qué mentimos? En muchas ocasiones para evitar conflictos, lo que denominamos “una mentira” piadosa, también mentimos para evitar sanciones o para dar una buena imagen de nosotros. Pensad que los niños no entienden eso de mentirijilla piadosa, ellos ven lo que ven. Por lo que, sintiéndolo mucho, os comunicamos que… los niños mienten porque nosotros mentimos.

¿Qué ha detrás de las mentiras de los niños?

Los niños pueden mentir por muchos motivos y es importante saber cuál es para poder afrontar la situación. Los niños mienten por fantasía. Se trata de un recurso propio de los niños que les ayuda a interpretar la realidad. ¿Quién no conoce a algún niño que haya tenido un amigo imaginario? En este sentido, este tipo de mentiras tienen que ver con procesos madurativos, por lo que no debemos preocuparnos.

En muchos casos, mienten por imitación. En este caso, tendríamos que pararnos a pensar un poco nuestra actitud y que estamos proyectando a nuestros hijos. Deberíamos mejorar los ejemplos que les damos.

Los niños también mienten para evitar consecuencias y esconder sus errores. Por miedo a un castigo o una represalia. En este caso, tenemos que plantearnos la función de los castigos. Que como ya hemos comentado en otro post anterior, los castigos no son herramientas educativas eficaces ni respetuosas. Y una de las consecuencias es esta, que nos mientan porque saben que va a haber consecuencias que no son de su agrado. Siempre será mejor crear conexión y sinceridad con nuestros niños, así como confianza para construir sobre los errores, que vean los errores como oportunidades de aprendizaje y no como excusas para que los humillemos. No deberíamos olvidar que tras estas mentiras se esconde inseguridad y miedo. ¿Queremos que nuestros niños sean inseguros y dependientes? ¿No preferimos niños seguros, independientes y autónomos que sepan gestionar sus errores? Creemos para ello un clima de seguridad y de confianza para que no tengan que mentirnos.

También mienten para conseguir algo o llamar la atención. En este caso, deberíamos prestar atención. Si un niño llama la atención, tenemos que atender. Está muy extendida la práctica de ignorar a un niño cuando “llama la atención”, en vez de averiguar lo que pasa y atender a sus  necesidades emocionales. Si cuando tienen un problema físico los atendemos, ¿por qué no hacerlo cuando tiene un problema emocional?

¿Qué podemos hacer entonces para mejorar la confianza de nuestros hijos hacia nosotros y que no tengan que mentirnos?

  • Prestarles atención siempre que nos necesiten. Somo sus guías.
  • Tomarnos en serio sus problemas, no pensar que “son cosas de niños” porque para ellos son tan importantes como para nosotros las nuestras.
  • Compartir con ellos nuestros errores y “nuestras cosas”.
  • Ofrecerles apoyo incondicional.
  • Respetar su intimidad y sus tiempos.
  • Practicar una comunicación no violenta y ofrecer discursos alternativos a los sermones y los castigos.

Pero en el caso de que nos mientan, que  a pesar de todo esto, descubramos una mentira. ¿Cómo podemos actuar de manera respetuosa?

En primer lugar, asegurarnos de que tenemos toda la información. Por ejemplo, si se trata de algo que ha sucedido en la escuela, podemos ir allí para recabar todos los datos. No es aconsejable dramatizar, démosle la importancia justa. Intenemos conectar con la necesidad de mentir, averiguar porqué lo han hecho y empatizar con ellos y además demostrarles que entendemos sus emociones. Llegado a este punto, podemos buscar soluciones, en lugar de regañar y castigar. Podemos ver una oportunidad de aprendizaje y debemos utilizarla. Para ello, podemos involucrarlos con preguntas de curiosidad, por ejemplo, ¿qué crees que podemos hacer para que la próxima vez lo afrontes de otra manera? Finalmente, no desperdicies la oportunidad de reflexionar conjuntamente sobre la importancia de la confianza en vuestra relación.

Iniciábamos esta entrada con una pregunta, ¿por qué mienten los niños? Porque nos ven, nos observan y nos imitan.