Durante esta semana hemos conocido el trágico, pero tristemente esperado, desenlace de la desaparición de Laura Luengo https://www.eldiario.es/andalucia/huelva/Encontrar-Laura-objetivo-dispositivo-Campillo_0_847265496.html.
Esta semana queremos escribir sobre este tema, porque una vez más, la realidad nos ratifica nuestro compromiso social. La desaparición, el hallazgo, las circunstancias… son conocidas por todos, pero nosotros queremos centrarnos en otros elementos que nos parece aún más preocupante si cabe.
Por un lado, la cantidad de comentarios, análisis y opiniones que hemos podido leer en medios de comunicación y redes sociales sobre la defensa de la prisión permanente revisable.
Analicemos este argumento. El posible autor es un hombre que había sido condenado previamente por asesinato e intento de violación, pero que, al parecer, disfrutaba de algún permiso penitenciario. Todos estos sesudos analistas insisten en que, con la PPR, este individuo estaría en prisión y Laura estaría viva. En primer lugar, para afirmar esto, tendríamos que saber si realmente esta persona está vinculada. Supongamos que esto es así, vamos a darlo por válido. Pero claro, para estar en una prisión “de por vida” ha tenido que haber una condena previa, una condena por un asesinato anterior a otra mujer. Entonces, habríamos evitado el asesinato de Laura, pero no el de la primera mujer. Luego, hipotéticamente con la cadena perpetua evitamos la reincidencia, pero no el primer asesinato. Bueno, pues mala suerte, ¿eso es lo que nos quieren decir?
Por otro lado, los periodistas, en su afán sensacionalista, se han dedicado a entrevistar a las vecinas del pueblo, para conocer su opinión. Y aquí encontramos una muestra de lo que denominamos estructura social machista, impregnada en todas sus manifestaciones. Una señora, comentaba entre extrañada y sorprendida, que como se le había ocurrido salir sola. Y otra, afirmaba que ella nunca sale sola, ni a tirar la basura. Nos sorprende y no asusta esta interiorización de la violencia, esta aceptación del miedo.
No hay otro camino que la educación, pero una educación que abarque un cambio estructural radical, decimos radical siguiendo su más profundo sentido etimológico: desde la raíz. Desde todos los estamentos y a todos los agentes sociales. Porque estas señoras también educan a sus hijos e hijas, educan en la protección y no en la no agresión. Porque los defensores de la PPR también educan a sus hijos e hijas.
Desde que somos pequeños a los niños y a las niñas se les educa diferente. Ahora, con motivo de la Navidad, vamos a ver ejemplos palpables en los catálogos de juguetes, por ejemplo. Podría servirnos para reflexionar.
Dejemos de enseñar a las niñas a ser princesas, enseñémoslas a ser libres, a ser lo que quieran…
sin dar explicaciones y, sobre todo, sin miedo.
Enseñemos a los niños a respetar, a ser sensibles, a no atacar, a no violar…